A la mañana siguiente, Ana y Luis encontraron a su madre en la cocina, con ojeras y una expresión preocupada. "¿Estás bien, mamá?", preguntó Luis. "Sí, solo tuve una noche difícil", respondió Clara, tratando de sonreír. Pero los días siguientes no mejoraron. Cada noche, Clara escuchaba ruidos extraños y veía la máscara brillar en la oscuridad. Empezó a tener pesadillas en las que la máscara cobraba vida y la perseguía por la casa.
Una noche, Clara decidió investigar más sobre la máscara. Buscó en libros antiguos y preguntó a vecinos y amigos, pero nadie sabía nada sobre ella. Finalmente, encontró a un anciano en el mercado que parecía saber algo. "Esa máscara", dijo el anciano con voz temblorosa, "es una reliquia maldita. Se dice que contiene el espíritu de un demonio antiguo que busca venganza. Debes deshacerte de ella antes de que sea demasiado tarde".
Clara regresó a casa con el corazón acelerado. Decidió quitar la máscara del árbol y enterrarla en el jardín. Pero cuando intentó hacerlo, la máscara parecía estar pegada al árbol. Tiró con todas sus fuerzas, pero no logró despegarla. Desesperada, llamó a su esposo, Javier, para que la ayudara. Juntos, lograron arrancar la máscara y la llevaron al jardín para enterrarla.
Esa noche, Clara y Javier se sintieron aliviados, pensando que el problema había terminado. Pero al día siguiente, encontraron la máscara de vuelta en el árbol, como si nunca la hubieran quitado. Clara sintió un terror profundo y decidió buscar ayuda de un sacerdote. El padre Miguel, un hombre sabio y compasivo, aceptó ayudarles.
El padre Miguel llegó a la casa y realizó una bendición, rociando agua bendita sobre el árbol y la máscara. Pero en lugar de calmarse, la máscara comenzó a brillar con más intensidad, y una risa siniestra llenó la sala. "Este espíritu es fuerte", dijo el padre Miguel, "necesitamos hacer un exorcismo".
Esa noche, el padre Miguel, Clara y Javier se reunieron en la sala para realizar el exorcismo. Mientras el padre Miguel recitaba oraciones y rociaba agua bendita, la máscara comenzó a retorcerse y a emitir un humo negro. Ana y Luis, que observaban desde la puerta, sintieron un miedo indescriptible.
Continuará…


