El chamán les explicó que el espíritu había sido atrapado en la máscara durante siglos, buscando venganza por un antiguo agravio. Ahora que había sido liberado y purificado, no volvería a molestarlos. Clara y Javier agradecieron al chamán y se sintieron aliviados de que todo hubiera terminado.
La Navidad llegó, y la familia Hernández celebró con alegría y gratitud. El árbol de Navidad, ahora sin la máscara demoníaca, brillaba con una luz cálida y acogedora. Ana y Luis volvieron a reír y jugar, y Clara y Javier se sintieron más unidos que nunca.
Pero en el fondo de su mente, Clara siempre recordaría esa Navidad, y la lección que aprendió: a veces, las cosas más inocentes pueden esconder los secretos más oscuros. Y aunque el espíritu había sido purificado, nunca olvidaría la sensación de terror que había sentido al enfrentarse a lo desconocido.
Fin


